jueves, 4 de marzo de 2010
Las hormigas manchan
Las hormigas manchan las manos de los que mucho las tocan, y son manchados, ó más bien, se manchan á sí mismos los que incautamente las manosean; pues así como, siendo ellas de condición libre, y no queriendo carecer de su libertad, hieren con su humor agudo á los que las molestan , así también se manchan en las manos los que las quieren hacer cautivas.
En esto se nos enseña que se nos prohibe moralmente todo contacto ilícito para que no aparezcamos manchados, principalmente en el hombre interior ante Dios y los Angeles. «Somos, dice el Apóstol en su epístola segunda á los corintios, capítulo YI y VII, templo de Dios vivo , según aquellas palabras del mismo Dios: Habitaré dentro de ellos y en medio de ellos andaré y j'o seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
Por lo cual salid vosotros de entre las gentes y separaos de ellas, dice el Señor, y no tengáis contacto con la inmundicia, y yo os acogeré y seré yo vuestro padre, y vosotros seréis mis hijos y mis liijas, dice el Señor Dios Todopoderoso.» «Temiendo, pues, carísimos míos, tales promesas, purifiquémosnos de cuanto mancha la carne y el espíritu, perfeccionando nuestra santiñcación con el temor de Dios . » Todas estas palabras son del Apóstol.
Delinquen contra ellas principalmente los lujuriosos, manchando el cuerpo y el espíritu, cuando tocan ilícitamente á las mujeres, ó cuando éstas se palpan á sí mismas, ó dejan que se las manosee desvergonzadamente.
Dice de éstos el Apóstol San Pablo en su segunda epístola canónica, capítulo II: «Mas estos otros que, como brutos animales, nacidos para ser presa del hombre, y para el lazo y la matanza, blasfeman de las cosas que ignoran, perecerán en los vergozosos desórdenes en que están sumergidos, recibiendo la paga de su iniquidad, ya que ponen su felicidad en pasar cada día entre placeres, siéndola misma horru-
ra y suciedad, regoldando deleites, mostrando su disolución en los convites que celebran con vosotros; como que tienen los ojos llenos de adulterio y de un continuo pesar. Ellos atraen con halago las almas inconstantes. »
Aun cuando la hormiga respecto al ingenio y sagacidad sea el más noble de los animales diminutos, sin embargo, si incautamente alguno la toca, por limpio que esté se pone sucio. Así el cuerpo humano, aunque esté exento de pecado actual, se mancha en uno y otro hombre muy fácilmente con el contacto de otro sexo, á la manera que se convierte al instante en lodo la ceniza á quien se aplica un líquido.
Por eso se lee que en otro tiempo prohibió Dios el que se tocasen por el pueblo elegido los reptiles ó animales muy adheridos á la tierra é imponía pena al que lo hiciese: sobre lo cual dice en el capítulo XI del Levítico: « Todo lo que anda arrastrando por la tierra será abominable, y no se tomará para comida. Todo cuadrúpedo que anda sobre el pecho y todo el que tiene muchos pies ó va arrastrando por el suelo, no lo comeréis , porque es abominable. No queráis manchar vuestras almas, ni toquéis tales cosas por no ensuciaros. Puesto que yo soy el Señor Dios vuestro , sed santos vosotros , pues que soy santo. » Advierte aquí la glosa que no se nota toda mancha en los cuerpos muertos, por lo que sigue: «No contaminéis vues-
tras almas con ningún reptil que se mueva sobre tierra. »
lunes, 1 de marzo de 2010
Retrato de la (Perfecta) Ninfómana
“Sepa Ud que la ninfomanía es una excitación morbosa irresistible de los órganos genitales; inclinación al amor físico hasta el delirio, expresada por palabras obsecenas, miradas apasionadas y gestos provocativos, que suelen contrastar muchas veces con la conducta ulterior de las enfermas y a la cual se agrega siempre un desorden mayor o menor de la inteligencia. La Iglesia llamó a estas pacientes endemoniadas y las quiso curar con exorcismos. A eso está expuesta esa joven, a la ninfomanía, porque esta enfermedad aparece en aquellas personas en que existe una predisposición orgánica (…).
A una musculatura muy pronunciada y poco provista de tejido celular se agregan abundancia y color subido del sistema piloso; cabellos y cejas muy espesos y negros, ojos grandes y vivos, del mismo color; fisonomía expresiva y móvil; labios gruesos y de un rojo vivo; dientes blancos y muy pronunciados los atributos sexuales, a saber: buena conformación de las mamas, que son consistentes y de un volumen notable; caderas bien marcadas y contorneadas; pelvis ancha y con prominecias redondeadas; miembros abdominales de igual forma; pero… ¿para qué seguir? Pasemos a los síntomas. La enfermedad no se hace evidente por ningún carácter exterior; pues aunque las enfermas empiezan a tener deseos venéreos exagerados, son todavía bastante dueñas de sí mismas para no dejar traslucir los pensamientos obscenos de que se hallan poseídas. Por el contrario, avergonzadas de experimentar semejantes sensaciones, hacen los mayores esfuerzos para sujetarlos; y aunque el pudor y la razón destruyen a veces por un instante las imágenes voluptuosas que las persiguen, no tardan en hallarse otra vez poseídas de los mismos desvaríos eróticos y entonces son presas de un calor intenso, espasmo, tensión con prurito en los órganos genitales y en las mamas, dolores sordos en los lomos; la enferma no puede estar sentada, porque el calor irrita demasiado los órganos; se ve obligada a andar lentamente, separando las piernas para evitar el más pequeño roce; al mismo tiempo se dejan sentir los deseos más violentos; la imaginación se exalta; los ojos y el rostro se animan; pero en algunos momentos este ardor se ve reemplazado con el abatimento y la tristeza, y el semblante unas veces se sonroja y otras palidece.
La razón, el deber y el pudor luchan con energía contra el desorden de los sentidos; y si las mujeres llegan a disimular casi siempre a todos el fuego que las consume, no pueden, sin embargo, resistir por completo a sus deseos, y buscan en el vicio de nombre bíblico, en el onanismo, un alivio insuficiente y pasajero. Si pueden satisfacer sus necesidades, la enfermedad queda limitada a estos primeros síntomas. Mas si, por el contrario, la causa que preside al desarrollo de la afección continúa obrando con intensidad, la mujer no es dueña de sí misma; se entrega sin resistencia a sus inclinaciones, pues ya no siente esa turbación interior que la causaba al principio la sola idea de sus torpes deseos. Entonces ya no trata de ocultar sus sentimientos; se vale de mil artificios para hacer que la conversación recaiga sobre los placeres de Venus, y si no se refiere a objetos lascivos, la enoja. Parécele la cosa más natural y lícita entregarse a estos goces: así que su porte, sus palabras, sus gestos expresan públicamente las ideas que la asedian; la vista de un hombre exalta los deseos y determina un espasmo voluptuoso en los órganos genitales. La enferma, menospreciando los hábitos más inveterados de la honestidad, los sentimientos religiosos más puros, se entrega al primero que llega, y aun solicita los halagos de otras mujeres; y abandonando a sus padres, a sus hermanos, a su familia, va a buscar muchas veces en la prostitución un remedio y en ella encuentra casi siempre la muerte”...
López Bago
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