lunes, 7 de mayo de 2012
Romance de los Papanatas
ROMANCE DE LOS PAPANATAS
A la graciosa memoria de Fernando Perdiguero, maestro de Humoristas
Con un bostezo de arenque
hecho suspiro en sus branquias;
con palurdas metafísicas
y teoremas de alpargata;
con el paso gasterópodo
que deja un rastro de baba,
por la ciudad -humo y frenos
pasean los papanatas.
Tienen en sus entretelas
hambre de cal y argamasa,
por eso miran las obras
de la Babilonia urbana,
donde -férreo cocodrilola
excavadora se explaya,
e indecente, a los solares
va y les pellizca las nalgas.
Inspectores de vehículos
los han nombrado en España,
porque rodean el coche
nuevo, de exótica marca,
y lo contemplan y admiran
– nadie sabe en qué trabajan
y hasta se les ve la hache
del ¡oh! de asombro que lanzan.
Como Robinsones tontos
sin Viernes, isla ni nada,
por la ciudad -guardia y multapasean
los papanatas.
En los bancos de los parques
tienen poltrona y butaca;
por eso con desparpajo
hablan de tú a las estatuas
y no sienten humedades
ni fríos dentro del alma,
porque sus lentos espíritus
están vestidos de pana.
Se despepítan perláticos
si pasa una chica guapa
algo ligera de ropa;
y ellos, se vuelven, se paran,
y hacen mil gestos ambiguos
de horror, de pasmo y de alarma
– lluvia sodogomorrítica
en una sola mirada-.
¡Trágica mirada ardiente
que aquello que mira empaña:
vodevil a la española,
sin risa, biombo y cama,
pero con honor y sangre
como debe ser, ¡caramba!
Por la ciudad -sol y sombrapasean
los papanatas.
En sus huesos hay un híelo
crítico, que se dispara
– ipim, pam!- pero se les quema
toda la pólvora en salvas,
aunque se sientan clarines
– Clarines: Leopoldos Alas,
dándole palos al mundo
con mala sidra asturiana-.
Espantando gorriones
con sus sombras alargadas,
aborregados, pazguatos,
gilipuertas, soplagaitas;
declinando el vocativo
de su atónita gramática,
por la ciudad -daca y toma
pasean los papanatas
Jorge Llopis
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