lunes, 11 de mayo de 2009

La locura del Quijote


Entre las causas sólo tres, en rigor, parecen admisibles, por su notoria acción en el desenvolvimiento de la locura en general, aunque no particularmente en el de la especie que padeció Don Quijote; á saber, la edad viril; la mudanza de vida, de activa en ociosa; y ía mucha vigilia : causas, no obstante, más bien predisponentes que ocasionales. Dos cita, que, á todo tirar, no pasan de posibles: las estaciones de verano y otoño, á que refiérelas mayores locuras del Andante, y el exceso de lectura; otras tres, que son totalmente -inciertas: el temperamento bilioso y melancólico, la agudeza y cultura del entendimiento, y los alimentos cálidos, viscosos y de mal nutrimento; y una sexta, que es el ejercicio violento, del cual puede decirse que más eficacia tiene para resolver ó moderar que no para producir enfermedades mentales. En lo del orgullo de familia y nobleza se sale, á ojos vistas, de lo histórico, pues por ningún texto consta que Don Quijote descendiese, por línea recta de varón, de Gutierre Quijada, vencedor de los hijos del Conde de San Polo ; y sí únicamente que una vez dijo, aunque sin jactancia, ser hijodalgo de solar conocido y de posesión y propiedad, y de devengar quinientos sueldos^. Mas en lo que parte de ligero es, no en poner entre las causas de la locura las pasiones amorosas, sino en dar por muy enamorado al Hidalgo, quien, á la verdad, lo anduvo, pero mucho antes de perder el juicio; y de caballero, ó rematado ya, lo fué platónico y continente, y tan sólo porque los tales debían serlo de por fuerza; en te'rminos que con más de un pasaje de la historia puede sustentarse que la existencia ó realidad corpórea que él daba á la señora de sus pensamientos, era pura fantasía de una concepción delirante: realidad subjetiva, la única que cabe en este fenómeno patológico; existencia que no lo es sino en la mente del orate ; el cual , sin embargo , tiene certidumbre tan firme, por lo menos, de ella como de la misma realidad sensible. Sea lo que fuere, no puede dudarse de que el Hidalgo no enloqueció de enamorado, sino que, por loco, cayó en la cuenta de que había de enamorarse.

En la sintomatología procede el autor sintética , y no analíticamente , diagnosticando la locura de Don Quijote sin referir por menor sus fenómenos. Sobre este particular nada puede oponerle el alienista, porque fija bien el carácter del mal ; aunque es de lajnentar que omitiese ciertos hechos de gran valor clínico, que, sin embargo, apunta con alguna vaguedad diciendo que «los objetos externos que se ponían en contacto con los «sentidos del enfermo , lejos de producir sensaciones é «imágenes regulares, ocasionaban desvarios en su juicio, y se pintaban y reproducían en su imaginación «conforme á la disposición initerna de su cerebro y fantasía. « No puedo convenir en la división que hace de los tiempos ó periodos de la locura del Caballero, por cuanto los que señala no son tales en realidad , sino tres accesos, y aun mejor, sólo dos, bien distintos y determinados, que corresponden respectiva y exactamente á las dos Partes de la historia , con el período de invasión é incremento en el primero , y de declinación y resolución en el segundo. Entre ambos accesos media otro período de remisión , correspondiente al tiempo que el Hidalgo estuvo en su casa , desde que á ella lo llevaron en el carro de bueyes, hasta que hizo su tercera salida: pero, entie'ndase bien, remisión engañosa, locura amortecida, á modo de brasa mal cubierta con rescoldo , que apenas se le quita y aparta éste , cuando vuelve á arder con vigor bastante para causar un incendio. Así como en esta novela no hay propiamente enredo, trabazón ó dependencia de los lances entre sí, antes toda ella es una narración tirada, de cuyos capítulos podrían omitirse algunos sin que su falta obstase á la inteligencia de los restantes, ni disminuyese su interés; á este tenor, la locura de Don Quijote entra á un tiempo y de lleno eii acción, y en el período de estado, que así se dice técnicamente; en el cual se mantiene inalterable hasta la viva crisis que promueve la declinación; porque no cabe duda en que cuando el Hidalgo sale por la puerta falsa del corral de su casa , y anda imaginando el bello encabezamiento que á la historia de sus famosos hechos pondrá el sabio que la escribiere, no está más ni menos loco perdido que mientras va paseando de rúa por Barcelona, admirado de que todos los transeúntes le conozcan y nombren, é ignorante de que en el balandrán le hayan puesto un pergamino que con letras grandes declara su nombre y patria. Grande es ¡a prerogativa , dice , que encierra en sí la andante caballería, pues hace conocido y famoso al que la profesa por todos los términos de la tierra: si no, mire vuesa merced, señor don Antonio, que hasta los muchachos de esta ciudad, sin nunca haberme visto, me conocen: razonamiento que tanto vale para el diagnóstico de su locura, como el que, no bien dejadas las ociosas plumas, dijo entre sí, caminando alegre y ufano sobre Rocinante por el campo de Montiel: ¡Dichosa edad, y siglo dichoso aquél, adonde saldrán á luz las famosas hazañas mías, dignas de entallarse en bronces, esculpirse en mármoles y pintarse en tablas, para memoria en lo futuro! Hay, además, en este párrafo de Morejón, ora alguna inexactitud, ora alguna confusión, no tanto en el aducir los datos, cuanto en el interpretarlos según la doctrina médico-psicológica, especialmente con respecto á la penitencia de Sierra Morena, que tengo para
mí fué un epifenómeno, ó llámese, si se quiere, rara extravagancia, de carácter distinto del que le atribuye el autor del folleto...

Pi y Molist

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