miércoles, 12 de septiembre de 2018
Historia de una pelea cubana contra los demonios
En aquellos tiempos era abrumadora en la población de Remedios, la gran cantidad de demonios que allí pululaban. La real demografía humana de la villa, de unos 613 habitantes, se sumergía en una fantástica “demonía” de nada menos que 800 000 demonios como atestiguaba el presbítero protagonista de esta endiablada historia, que era un famoso exorcista muy al tanto de la estadística infernal.
Los diablos torturaban horriblemente a los remedianos, quienes usaban de las técnicas defensivas populares, que ellos conocían para poder resistir. Los católicos, como recordaba fray Bartolomé de las Casas, no carecían para su defensa contra los demonios de un "espiritual amparo". "Lo que, por la bondad de Dios, entre los cristianos no falta, como haya proveído de los santos sacramentos en su Iglesia, con el ejercicio de los cuales principalmente se suelen defender de los demonios y sus prestigios, y de los ministros (encantadores, magos é hechiceros), con los exorcismos y conjuros de que la Iglesia usa; con el agua bendita, con invocación de la Santísima Trinidad, con el nombre de Jesús y título triunfal de nuestra redempción, diciendo muchas veces: Titulus triumphalis, defendant nos ab omnibus malis; Jesus Nazarenus, rex judoeorum. Y por estas palabras: Sancte Deus, Sancte fortis, Sancte inmortalis, 83 miserere nobis, no olvidando el nombre de Nuestra Señora Sancta María. De todas estas palabras divinas están escriptos, en las historias de los sanctos maravillosos ejemplos cerca de esta materia."1 Por su parte el padre Navarro, que en aquel siglo fue experto contra demonios, aconsejaba que cuando el hombre sienta misteriosos ruidos (si está en pecado mortal) "haga actos de contricción, invoque el nombre de Jesús y de la Virgen, santígüese, tenga siempre a mano agua bendita y válgase de ella; que haciendo esto, Dios le dará la mano y le ayudará de la manera que le convenga". Todo ello era inútil. Los demonios de Remedios no cejaban pese a las santiguadas, jaculatorias, letanías, conjuros, reliquias, medallas, escapularios, rosarios, aspersiones de agua bendita y demás armas y estratagemas pías.
Tampoco les valieron a los remedianos las oraciones que se reputaban de más virtud para ahuyentar a los "enemigos malos". No faltaba en Remedios copia de esas oraciones heréticas o al menos vanas, parasitarias e infectas de magia y diabolismo, rechazadas pero de hecho toleradas por la iglesia, por estar ellas muy entrañadas en la vetusta, folclórica y sentida religión del pueblo inculto, siempre aferrado a sus milenarias creencias. Aún se hace de ellas público comercio en todas las Américas hispánicas, a cuyos pueblos muchos califican de "fieles católicos" aun cuando siguen realmente en una sincrética paganía. Como señalaba el padre Navarro, con el uso indebido de palabras y cosas santas, que propiamente constituye la llamada "santería", se ofende más a Dios porque es artimaña del demonio para ser adorado. Y observa: "que algunos hechiceros y hechiceras dicen el Padrenuestro o el Avemaría; pero nunca vemos que digan el Credo; y la razón que yo imagino es por el aborrecimiento de nuestra santa fe católica." El credo implicaba profesión de fe.
De nada les sirvió rezar a los viejos cayeros la oración del Ánima Sola, de gran popularidad por Sevilla y por los pueblos indianos que tenían por emporio y ejemplo a la ciudad de San Fernando. Su eficacia debió de ser muy reconocida cuando todavía esa oración se usa cotidianamente en el bajo pueblo cubano con variantes diversas. Pero el Ánima Sola no hacía caso y seguía gimiendo sus penas en las llamas del Purgatorio, como La Llorona remediana, que pedía sufragios, misas e indulgencias.
También conocían los creyentes criollos del siglo XVII la famosa oración Al Justo Juez, antigua devoción y apreciadísimo amuleto del hampa española, traída a Cuba conjuntamente con las devociones de la virgen de la Caridad, de la de Regla y de san Lázaro, por la chusma de los galeotes, por la soldadesca refertera y por los negros curros y los matones que nos llegaron de las villas manchegas, del Zocodover de Toledo, del Rumbo de Sevilla, de los Percheles de Málaga, de las Almadrabas de Zahara, y de las pillerías playeras de Huelva, Sanlúcar y Cádiz. Esta oración Al Justo Juez continúa siendo de las más populares entre la gente que sabe de peleas con los malos enemigos, así contra "los lazos del demonio como contra los lazos de la Justicia". Algunas de sus redacciones contienen conjuros terribles... "con dos te miro, con tres te hablo, la sangre te bebo y el corazón te parto... “Se invoca a la Veracruz y hasta a "la Hostia Comagrada que se ha de celebrar con la leche de los pechos virginales de María Santísima". Cuando el diablo oía tales conjuros, los pelos debían de parársele de punta, por más que ciertos teólogos aseguran que el Maldito, aunque barbudo como un chivo, es calvo como calavera. A los demonios de Remedios la Oración al Justo Juez no les producía efecto alguno.
También era entonces de gran boga la Oración de San Ciprián, especialmente compuesta contra los diablos y seguida de prolijos exorcismos. No cabe duda de que san Ciprián debió de ser un excelente patrono contra los demonios y hechicerías.
El gran dramaturgo español de aquella época, don Pedro Calderón de la Barca, había popularizado la antigua leyenda del santo en su obra lírica El mágico prodigioso. Cipriano fue un gran filósofo antioqueño que por amor a una tal Justina pactó con el demonio y se hizo mago muy sabichoso, hasta que la bella muchacha lo convirtió al cristianismo y ambos murieron como mártires y fueron santos. La pericia de san Ciprián como mago lo capacitó singularmente para habérselas contra las tretas mágicas de Lucifer y, como a un buen especialista, acudían a él los devotos que temían los endemoniamientos, brujerías y magias, y ellos rezaban fervorosos su benéfica oración. Esta debió de venirnos a Cuba desde Salamanca, donde hubo una famosa cueva, la Cueva de san Ciprián, la cual, según el jesuita padre Martín del Río, era "aula de las artes diabólicas donde el demonio era el profesor". Aún conservamos en Cuba dicha oración para los casos de tribulaciones con "la cosa mala"; pero, al parecer, resultaba ineficaz hace siglos contra el pandemonium de Remedios, y acaso tampoco sea de efecto alguno en estos tiempos de ahora, tan endemoniados.
Muchas otras oraciones debieron de experimentar los atribulados hijos de Remedios para librarse de sus convecinos infernales, tales como la dedicada a Las 7 Potencias Africanas, la cual sirve, entre otros portentos, para "alejar las malas sombras que te sigan"; la del Gran Poder de Dios contra los sacudimientos de la tierra, muy corriente todavía por Santiago de Cuba y su comarca temblorosa; la de la Santa Camisa, la camisa "del Hijo de Dios vivo", invocada contra toda suerte de enemigos para "que pies traigan y no me alcancen, hierro y no me hieran, nudos y no me aten"; la de El Señor del Santo Sudario, con "cartas halladas en el Santo Sepulcro y escritos de la propia mano de Jesucristo", muy maravillosa para libertar a los endemoniados si se coloca sobre estos el texto bendito de dicha oración; la Oración a las 9 Ánimas de Lima, devoción de origen americano y carmelita, que aún se estila mucho entre los brujos y ganguleros de Cuba, los cuales en sus sincretismos, heréticos de todas las religiones, la mezclan con padrenuestros, cantos lucumíes y conjuros kimbisas ...
Tampoco se espantaron los demonios de la negra Leonarda con la Oración de la Santa Cruzada, muy recomendable contra los enemigos visibles y los invisibles, para que todos "se retiren mil pasos atrás" de quien la lleva consigo, y para que quien la reza con "el velo negro de la Madre de Dios sea tapado" y con "la leche de sus pechos virginales sea bañado"; además, hay que acompañarla con humo de albahaca o apasote y "limpiezas" Con hojas de resedá.
Lo mismo ocurre con la Oración de San Silvestre "contra los demonios, brujos, hechiceros, malhechores y mujeres malas", la cual hay que rezar con un previo baño del cuerpo y una "limpieza" de la casa hecha con agua endulzada de azúcar y perfumada de albahaca, apasote y rompesaragüey.
Si los remedianos hubieran sabido la Oración al Angel o Espíritu Vencedor, que hoy se vende y se usa en la santería católica, quizá la habrían probado con éxito; pero no la conocían. Es rogativa también moderna y nada africana, que debe usarse con el pañuelo impregnado de agua "Espíritu Vencedor", producto místico preparado según fórmula secreta y garantizado con la marca Magistral, registrada en Cuba al número 48398 del correspondiente registro oficial de la República y distribuida (es este un anuncio gratis) por "El Arte", que es un establecimiento habanero de oraciones, ídolos, fetiches, talismanes y otras mercaderías del comercio sobrenatural.
Sería increíble que a los remedianos tampoco les fuera eficaz la Cruz de Caravaca, por entonces muy de boca en boca. Es esta una cruz patriarcal con dos travesaños (como la llamada Cruz de Lorena), la cual fue entregada milagrosamente por un ángel a un sacerdote que quiso decir misa en Caravaca, cuando esta población del reino de Murcia pertenecía a los musulmanes. Después, la portentosa cruz fue llevada a Cuenca y allí obró numerosos milagros, según refiere el padre Beringer, de la Compañía de Jesús. Por aquella época la devoción a la Cruz de Caravaca estaba de moda. Los jesuitas la prohijaban, repartiendo papeles con el dibujo de esa cruz de dos cruceros, extendiéndola por España, Francia y Alemania.2 Se cuenta que el jesuita español padre Román de Higuera, entre otros fraudes análogos piadosamente cometidos. A.M.D.G., falsificó antiguos papeles para demostrar que esa pasmosa cruz estaba hecha de unos trocitos del madero de la Vera Cruz y que los ángeles la habían tomado del pecho de san Roberto, Patriarca de Jerusalén. A la Caravaca se le atribuían numerosísimas indulgencias concedidas por varios papas. Sus facsímiles se vendían "como pan bendito". Tanto fue el negocio y el escándalo que de él se derivó, que la cardenalicia Congregación del Índice tuvo que declarar que las indulgencias de esa cruz eran todas falsas, condenándolas como tales en los años de 1668 y 1678.3
Se dice que fue falsa también la Caravaca misma y falso el milagro de su transporte angelical, y quizá por eso las invocaciones de los afligidos remedianos eran estériles. Los demonios estaban quizá en el secreto. Sin embargo, los devotos de Remedios debían de ignorar esas condenaciones, pues la devoción siguió vigente entre los fomentadores del comercio con lo sobrenatural y en Cuba todavía es de las oraciones más buscadas por la ingenua devotería. En la Habana se edita y distribuye por millares, atribuyéndosele nada menos que 3 600 días de indulgencias, y se vende con otras oraciones e imágenes católicas y heréticas, y medallas, amuletos y objetos de los cultos cristianos y del paganismo lucumí, al costado mismo del único templo habanero de los jesuitas y en otras tiendecitas análogas del comercio religioso, a la vez eclesiástico, saritero y brujo. Hasta contamos actualmente en Cuba con un libro de 152 páginas, titulado Tesoro de milagros y oraciones de la Cruz de Caravaca, de suma virtud y eficacia para curar toda clase de dolencias así del cuerpo como del alma, como también un sinnúmero de prácticas para librarse de hechizos y encantamientos con bendición y exorcismos, etc. La obra aparece con un pie de imprenta de Roma; pero quizá ello será otro ardid del demonio para engañar a los devotos. Es de presumir que la edición, recopiando seculares originales, haya sido hecha en la Habana, en casa estampadora de centenares de oraciones populares, así al servicio de Dios y de la Virgen, como de los santos, las "potencias africanas", los santeros, los brujos y los demonios. Uno de los escasos atributos religiosos de sus viejas devociones callejeras que se conservan en la Habana, es la gran Cruz de Caravaca, con sus dos travesaños de madera verde, que está fija en una esquina de las antiguas calles de Amargura y Mercaderes, llamada por eso de La Cruz Verde.
Los remedianos probablemente a otra cruz rezaban asimismo y la portaban como amuleto, la llamada de San Zacarías, de doble crucero como la de Caravaca y también con su oración y letras mágicas. La oración que la acompaña es un exorcismo contra la peste y el cólera y para ahuyentar los demonios. Aunque antaño fue muy eficaz para salvar a los teólogos del Concilio de Trento, en 1548, y obró milagros repetidos y merecidas indulgencias por varios obispos, particularmente de fray Jacinto María Martínez, mitrado de la Habana, según se dice al pie de la estampa4 parece que a los vecinos de Remedios de nada les sirvió. Todavía se conoce otra cruz, análoga, también de dos travesaños, la titulada de San Benito y con iguales pretensiones contra el enemigo malo; mas no sabemos si los remedianos del siglo XVII pudieron valerse de ella, aun cuando suponemos que sí pero inútilmente.
El hecho de que la Caravaca fuese tan fraudulenta como las leyendas e indulgencias que le fueron atribuidas para aumentar con ellas la demanda, con la demanda la venta, con la venta el negocio y con el negocio el pecado de simonía y sus provechos pecuniarios, no es óbice para que la cruz realizara portentos y espantara a los demonios. Los milagros nacen de la fe del creyente y no de una virtud intrínseca del objeto sacro. Un santo de palo puede provocar milagros, pese al escéptico y negativo proverbio. No ha mucho se descubrió que un Santo Sudario de Cristo, conservado como tal durante siglos en la francesa abadía de Cadouín, y acreditada su "santidad" por una historia de miles de milagros, entre otros la resurrección de más de 60 muertos, no era en realidad sino un lienzo del tiempo de las cruzadas en el cual, para más sorpresa, había estampado un versículo del Korán. Así lo refiere un jesuita erudito, el reverendo Padre Francez. S. J.5 y no obstante, este paño mahometano hacía milagros entre los cristianos. ¿Por qué, pues, no podía hacerlos, aunque superchera, la Cruz de Caravaca entre los vecinos de Remedios?
Además, enseñan los teólogos que la milagrosidad de un hecho no depende siquiera de la santidad ni virtud de quien lo realizase sino de la intrínseca sobrenaturalidad del fenómeno y de la permisión de Dios, cualesquiera sea el individuo actuante. Y bien advierte el padre Ribadeneira S. J., con varias otras autoridades eclesiásticas, en relación a los milagros: "Los cuales, puesto caso que sean ciertos y verdaderos, no por eso el que los hace es más santo; y mucho han hecho milagros que están en el infierno".6
¿Tendrían los remedianos suficiente provisión de Agnus Dei? Los Agnus Dei eran unas piezas de cera, tomadas del Cirio Pascual, que tenían modelada la efigie del mítico "Cordero que se lleva los pecados del mundo". Eran benditos por mano del papa y dotados de maravillosa virtud que obraba mediante un rito especial. Eran eficacísimos estos talismanes eclesiásticos contra los cataclismos meteóricos: desvanecían los huracanes, disipaban las tempestades, destruían la furia de los vientos, amenguaban la violencia de los rayos y hacían temblar y huir a los espíritus malignos, según el ritual que los cargaba de potencia sacra. (Sacrarum ceremoniarum sive rituum Sanctae Romanae EccZesiae libri tres, Roma, 1560). El sagrado mana que fluía del cristiano amuleto venía aumentado por la virtud mágica de unos versículos, que lo acompañaban como un conjuro para que, entre otras cosas, a morte cita liberat, Et Cacadaemones fugat, Inimicos nostros domat, etc. Urbano V obsequió con tres de esos Agnus Dei a un emperador de Bizancia. Para evitar sus falsificaciones y el consiguiente comercio fraudulento de ellas, una bula de Paulo II en 1471, reservó su producción exclusiva, como patente de invención y marca industrial, al Sumo Pontífice y conminaba con duras penas a quien introdujera subrepticios Agnus Dei en el eclesiástico mercado.
El padre Las Casas7 refiriéndose a ciertos espejos que usaban los indios, dice que "eran como unas patenas de cálices, algunas grandes, otras menores, que pesarían doce ducados, y algunas más y otras menos, las cuales traían colgadas al cuello, con una cuerda de algodón, como nosotros traemos un Agnus Dei". El Agnus Dei era entonces muy usado por los españoles. Lo dice el padre Las Casas, y en el Edicto de fe promulgado por el Santo Oficio de Cartagena en 1610 se prohibió expresamente mezclar el Agnus Dei, "cosa sagrada", con oraciones vanas y supersticiosas. A pesar de tales prohibiciones, el Agnus Dei figuraba también en la magia católica. Al rey Carlos, el Hechizado, el Inquisidor General y su padre confesor, "le hacían desayunar con un gran cuenco de aceite bendito, poniéndolo en cueros como su madre lo parió; y estregándole primero muy bien la cabeza con el aceite, le ungían después lo restante del cuerpo como á un atleta, sin dejar parte ni resquicio que no bendijeran y pringaran; y a mayor abundamiento le propinaban de cuando en cuando una buena purga, en que, además de los diluentes y laxantes que son de estilo, había incienso bendito, pedacillos de huesos de mártires pulverizados, tierra del Santo Sepulcro y Agnus Dei." 8 ¡Poca diferencia con las recetas brujas de los tata-nganga brujos que aún hay en Cuba! Todavía por 1743 fray Vicente de Berg en su Enchiridium, página 23, exponía las prodigiosas facultades de tal fetiche y daba instrucciones para su uso9. Con tales armas de sobrenatural eficacia los remedianos se sentirían algo asegurados contra los aviesos demonios en su amada villa; pero no consta si estaban proveídos de ellas, o si, aún estándolo, no les sabían sacar buen partido por falta de fe.
Estas y otras oraciones y devociones análogas no han sido siempre del agrado oficial de la iglesia y fueron a veces reprobadas por las autoridades eclesiásticas más celosas y cultas. Uno de los más ilustrados prelados de Indias, el primer obispo de México, fray Juan de Zumárraga, en su Doctrina breve, impresa en dicha ciudad en el año 1544, estableció claramente en Indias la doctrina de las oraciones vanas.10 Pero en la práctica han sido toleradas, a veces favorecidas, y suelen encontrarse, por lo general, donde se venden imágenes, estampas, misales, novenas, rosarios, medallas, y demás adminículos de los cultos y devociones de la iglesia.
Por otra parte, los remedianos tenían a su mano un medio que se decía seguro de no caer en los infiernos. Muchos no lo ignoraban porque habían pasado el mar y frecuentaban el trato con la gente marinesca entonces muy devota de nuestra señora del Carmen. Sabido era que el escapulario del Carmen tenía esa virtud, la de librar de los fuegos infernales, como si aquel fuese una póliza de seguro espiritual. El escapulario consiste en un pañito cuadrangular de lana, de color blanco, castaño y negro con ciertos símbolos, que se cuelga del cuello, bendito precisamente por un fraile carmelita, y sirve a manera de un amuleto. Se refería en no pocos textos que la misma Virgen en persona le entregó y le puso el escapulario con sus manos al santo fundador de la orden monástica carmelitana, diciéndole estas palabras: "Muy amado hijo, recibe el escapulario de tu orden, que es señal de mi hermandad, y privilegio singular para ti y todos los carmelitas. El que muriere con él no padecerá el fuego eterno. Es señal de salud en los peligros, confederación de paz y pacto sempiterno". Y bien lo decía terminantemente el jesuita padre Ribadeneira, comparando ese don del escapulario con otros hechos por la virgen a diversos santos: "éstos y semejantes favores fueron personales y no se extendieron a otros, pero el santo escapulario, que le dio a su amado San Simón, no sólo fue privilegio para su persona y orden, sino para todos los fieles que se agregasen a ella, y esto no para un día solo y una edad, sino para todas las presentes y futuras"11. Acaso esta doctrina tenga sus puntas de herejía y de fetichismo salvaje, pues pone la salvación de las almas y su entrada al purgatorio o la gloria en el simple hecho de llevar el escapulario en el momento de morir, como si fuera un pasaporte sacro visado por un carmelita cónsul del imperio celestial, y no en la suficiente eficacia de los sacramentos y de las buenas obras y virtudes; pero así era la opinión general y eclesiástica. Y los remedianos del siglo XVII no tenían por qué entrar en mayores sutilezas ni distingas teológicos. Quizás defendidos por sendos escapularios al cuello y sabiéndose así seguros, los remedianos no se inmutaban ante los ataques de los demonios.
Historia de una pelea cubana contra los demonios
Fernando Ortiz (La Habana, 1881-1969)
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