sábado, 17 de noviembre de 2012

El desastre del desastre

Perdonen si me permito utilizar este blog, que tengo por lo demás bastante abandonado por mis demás proyectos, para comentar como todo hijo de vecino una de mis inquietudes sobre lo que se nos avecina, y que por desgracia venimos desde hace años vaticinando con mi amigo Jose Angel Mañas en nuestra serie de novelas El Hombre de los Veintiun Dedos, largo tiempo, por ello, censurada por el mafioso entramado editorial.


Nadie parece subrayar uno de los aspectos más inquietantes de nuestra crisis y el que más duradero será en sus efectos. Pero no podemos vendarnos más los ojos porque el muro está ya a muy poquitos metros
Hemos destrozado la educación pública.
Resulta ya casi ocioso buscar a los culpables. Son, por desgracia, muchos. Los autoproclamados pedagogos artífices de las seis reformas educativas de los últimos 25 años se llevan sin duda la palma en muchas de las encuestas hipotéticas que se harían sobre el tema. Pero ellos no han sido más que la voz de su amo. 
El principal causante del desastre de nuestra educación habrá sido sin duda, como en lo que respecta al derrumbe general que vivimos, la voluntad de manipulación sociopolítica, ya sea destruyéndola deliberadamente para afianzar las diferencias de clase (salvando las instituciones privadas -opusinas o extranjeras) o, más triste aún, para "crear base" electoralista a base de adoctrinamiento, propugnando el edenismo rousseauista de nuestros "buenos salvajes" (nuestro mal llamado socialismo habrá sido, en este como en tantos otros temas, el idiota útil del neoliberalismo). Por no hablar de la propaganda orwelliana de las distintas autonomías, cuyos frutos estratégicos estamos a punto de ver germinar.
La responsabilidad política es tanto más sangrante cuanto disponíamos, gracias a las copiosas ayudas europeas que se han malversado ostensiblemente, de la oportunidad histórica de salir de nuestro secular atraso en el plano educativo. Muchos de los políticos involucrados en el proceso se habrán sin duda convencido a sí mismos de su buena fe con toda clase de excusas (creyendo incluso, tal vez, su propia propaganda), con lo que el sistema habrá añadido al maquiavelismo de unos el simplismo y la incompetencia de otros.
Pero no podemos quedarnos en la mera búsqueda de chivos expiatorios, y menos aún prolongar el juego estéril de la "oposición" al que se reduce lo que llamamos, a falta de otra cosa, vida política española. 
Si queremos buscar el origen del mal para tratar de entender su magnitud hemos de asumir que hemos sido todos culpables.
Culpables los padres de alumnos que han entrado al trapo en la trampa que se les tendía, la miopía cortoplazista de ver "triunfar" a sus retoños por incapaces que estos fueran.
Culpables los alumnos que han disfrutado de la alienación progresiva ("felicidad en la esclavitud" como canta Nine Inch Nails) y las mieles del pasotismo adolescente en la más pura inopia.
Culpables los profesores que han tirado la toalla, excedidos por la dificultad de llevar a cabo a contracorriente su ardua tarea y tentados por el mismo pasotismo hedonista que sus pupilos.
Culpables los "formadores de formadores" que han convertido la universidad española en un nido de corrupción generalizada (ya sea por clientelismo político o por clásico nepotismo privado) fomentando un sistema de selección inversa por el cual los más mediocres prosperan a base de rendir pleitesía a sus señores feudales, expulsando a todos aquellos que amanzarían con "hacerles sombra".
Culpable en fin la sociedad que se ha desentendido por completo del problema, pese a tener ya signos patentes del mismo antes sus mismas narices. De hecho no sómos, por muy excepcionalistas que nos guste sentirnos en lo bueno como en lo malo,  los únicos aquejados por el entontecimiento social (dumbing down), síntoma y producto del hiperconsumismo a escala global. Existe todo un debate, a la sombra de las "Guerras culturales" que asolan la conciencia dividida estadounidense, sobre dicho fenómeno que reactiva los viejos miedos tanto de la Kulturkritik adorniana (el estado terminal del capitalismo produciría un estado terminal de alienación) como del elitismo conservador (la era de las masas ha generado un nuevo tipo de barbarie). Mike Judge, el creador de dos de los personajes más emblemáticos del agilipollamiento colectivo made in USA, Beavis y Butt-head, propusiera hace ya seis años una distopía curiosa sobre la Idiocracia que nos espera.
Indignados, hemos ante todo de indignarnos, en este como en tantos otros aspectos de la crisis, ante nosotros mismos y la pasividad con la que hemos permitido que las cosas se nos fueran hasta este punto de las manos. Por mucho que la casta política que rige nuestra partitocracia actual sea responsable de nuestros males, hemos de asumir que no hemos hecho nada para impedirlos y, en la mayor parte de los casos, nos hemos beneficiado de ellos como podíamos. Somos un país de "listillos" y tonto el último. 
Todo ello nos ha llevado a la tormenta perfecta, : generaciones entre las peor preparadas del primer mundo van a tener que afrontar uno de los desafíos históricos más graves de la España contemporánea.
Los que tienen recursos (mayormente idiomas) están abandonando masivamente el barco; los que no se quedan estancados en él esperando que el agua les llegue al cuello para empezar a comerse otra vez entre ellos como les ha "enseñado" larvadamente el cainismo suicida al que se aferran, parodia esperpéntica del pasado, sus mayores.
Triste enseñanza la verdad, que nos remite a uno de nuestros clásicos fundacionales no sólo como literatura sino como conciencia histórica: la "educación para el mal" de nuestro, por desgracia, eterno Lazarillo. 
Porque no nos engañemos, los ninis que hemos creado son bombas humanas esperando a ser activadas, pasto perfecto de la más pura demagogia. Cada vez más atorados por la situación imposible en la que se hayan y que en términos ajedrezísticos se designa con el ominoso nombre de "Zugzwag" (ese momento en que cualquier jugada no puede ya sino empeorar tu situación), son estructuralmente incapaces de comprenderla por falta de herramientas conceptuales y espíritu crítico. Condenados a formar parte del nuevo subproletariado de la economía globalizada (los chinos, más aún que el complejo militaro-industrial estadounidense, han entendido perfectamente el valor estratégico de la enseñanza, aunque sea en el contexto aberrante de su dictadura capitalístico-totalitaria), volverán sus ojos vacíos hacia aquellos que les designen los perfectos culpables de su derelicción. 
Y ya sabemos que las listas negras está preparadas, a un lado y otro del espectro político: inmigrantes, ideólogos izquierdosos, peposos, banqueros, caciques, madracas, catalufos, vascos, maricas, y un largo etcétera de chivos expiatorios listos para el consumo del odio, resultado inevitable, a corto o largo plazo, de la ignorancia programada.