sábado, 7 de abril de 2012

Raphaelismo y Postraphaelismo



RAPHAELISMO Y POSTRAPHAELISMO


Si usted, amiga lectora, es una madre de España, en el dudoso caso de que alguna madre de España lea escritos de mi firma, quisiera que al leer estas lÍneas dedicadas a Raphael no viera otras intenciones por mi parte que mirarme, yo también, en el espejo desagradable que refleja a toda mi gente. Y ese espejo me devuelve la estampa de un Raphael extrañamente infantil, vestido de primera comunión y cantando:

Yo soy aquel que cada noche te persigue.
Yo soy aquel que por quererte ya no vive.
El que te espera, el que te sueña,
el que quisiera ser dueño de tu amor,
de tu amor.

Los años cincuenta y comienzos del sesenta, trajeron a este mundo deliciosos niños cantores o no, con el sex appeal de su ingenuidad a cuestas. Eran niños prodigios que estaban para comérselos, y los espectadores se entregaban a un canibalismo erótico-sentimental. Raphael ha sustituido esa necesidad nutritiva de niño prodigio que tienen las comunidades frustradas. El es el ideal de hijo que crece sin crecer, que en plena adultez conserva la capacidad de mimo de un infante mimoso. Además tiene voz y “tablas”. Tiene sentimiento trágico en las cuerdas vocales y un no sé qué de espectador neutral del mundo y los hombres que arrebata. Y cuando mira al público, mira con la insolencia de un torero que ha hecho un faenón, para después volverse histriónicamente humilde y saludar como un mandarín bajito del ancien régime.

Raphael es el cantante abundante que necesitaba la España de la abundancia, la España que se sacaba los pechos del refajo y los dejaba caer sobre la balanza artística de la Europa del consumo. El abundante Raphael es una síntesis de zarzuela y teenager que supera en mucho aquella síntesis pretérita de zarzuela y Errol Flynn
que fue Luis Mariano. Además Raphael no compromete a nadie, porque nadie acaba de tomarse en serio los problemas que canta. ¿Alguien puede imaginarse a Raphael enamorado? ¿Enamorado hasta el punto de decir...

Nada soy sin Laura, solo estoy sin su amor.
Nada soy sin Laura. Sin Laura, sin Laura,
sin Laura, sin Laura.

Raphael se enamora por usted y por mí, y cumple con sus deberes de niño navideño por usted y por mí.

El camino que lleva a Belén
baja hasta el valle que la nieve cubrió.
Los pastorcillos quieren ver a su rey,
le traen regalos en su humilde zurron
al Redentor al Redentor.

Es uno de los cantantes-mitos que más convocatoria ha tenido en toda la historia de la subcultura española, y el chico tiene su filosofia de la vida.

¿Qué nos importa la gente que sólo ve tierra
y no ve más que tierra?

¿Qué ha de importarle esa gente a ras de suelo a un cantante que vive tan atormentados amores en la noche de raso del olimpo abrillantinado del hit parade español? En cierta ocasión le preguntaron por qué no gustaban sus canciones a los intelectuales, y el chico coincidió en el túnel del tiempo con Goering, al decir: Yo no canto para los intelectuales.

En el supermarket de la cultura de consumo, Raphael es indudable, no abastece a determinados sectores de público. Nuestra sociedad ya ha crecido lo suficiente como para tener caprichosas necesidades sentimentales y sus correspondientes satisfacciones. Manolo Escobar, Raphael... Sí, pero hacía falta “otra cosa"... esa expresión que entre nosotros es imposible decir sin torcer el gesto buscando con los ojos el símbolo aparecido del absoluto o del infinito.

Y alli estaba, en ese absoluto más cualitativo, en ese horizonte más selecto, en el postraphaelismo... Joan Manuel Serrat. El chico tenía su protesta bajo el brazo. Protesta contra el sometimiento de la cultura catalana (lo mejor que canta lo canta en catalán) y su protesta biológica de rigor.

Ara que tinc vint anys,
que no tinc l'a'nima morta
i sento bullir la sang...

Y, de hecho, Serrat se convirtió en un abrir y cerrar de ojos en el cantante-autor de consumo más importante del país. Sabia dialogar con la cotidianeidad y arrancarle un lenguaje común, a tono con la sentimentalidad de la gente más normal y corriente. Definitivamente abandonaba la protesta en manos de Raimon y se dedicaba a algo que le pertenecía más propiamente. Marcar las distancias en el código moral establecido: acostarse con teenagers en canciones muy sentimentales, reivindicar para el hitparade un Machado vencedor de su propia muerte... Pero Serrat se mueve más a sus anchas contando cosas, como podría hacerlo la canción francesa menos dramática.

Serrat, su temática, su lenguaje, sorprende en un ambiente de superestructura eminentemente regresiva, represiva. Si de las canciones de Serrat se desprende que el chico se acuesta con sus amantes, se tambalea, aunque sólo sea un poco, el pasodoble filosófico nacional. Y a pesar de todo se le consiente, se le integra (¡qué cruel palabra!), porque ha adquirido un carisma especial que quita dureza a sus inconfesables prácticas vitales. En el seno de una convivencia más tranquila, nadie le reprocharía a Serrat ser Guy Beart y gustar por un igual a Aragon y a Pompídou. Pero aquí esto es imposible. Serrat ha dado un prematuro rostro a una normalidad convivencial que no existe. De hecho es un heredero del cansancio por una convivencia en tensión, que de una manera u otra ha afectado a toda la inteligencia
del país.

Pero no. No existe el postraphaelismo, y por los siglos de los siglos necesitaremos salvoconductos para vivir y morir, y viviremos y morirenos en plena urgencia, en plena huida, sin acabar de creernos el sorbo de agua fresca, la sonrisa o el temple de la cordialidad como mecánica del comportamiento. Como decía un epigrama anónimo,
cuando a un ajusticiado español, después de cortarle la cabeza, se le pregunta: ¿Qué opina usted de lo sucedido? Con toda la razón el ajusticiado y usted y yo contestaremos: No sé. Pero me parece que aquí hay mucho maricón.


Manuel Vázquez Montalbán
Crónica sentimental de España

Si usted, amiga lectora, es una madre de España, en el dudoso caso de que alguna madre de España lea escritos de mi firma, quisiera que al leer estas lineas dedicadas a Raphael no en, que mirarme, yo tambien viera otras intenciones por mi parte. Y es en el espejo desagradable que refleja a toda mi gente pero me devuelve la estampa de un Raphael extrañamente infantil, vestido de primera comunión y cantando:Yo soy aquel que cada noche te persigue. Yo soy aquel que por quererte ya no vive. El que te espera, el que te sueña, el que quisiera ser dueño de tu amor, de tu amor.Los años cincuenta y comienzos del sesenta, trajeron a este mundo deliciosos niños cantores o no,con el sex appeal de su ingenuidad a cuestas. Eran niños prodigios que estaban para comérselos, ylos espectadores se entregaban a un canibalismo erótico-sentimental. Rapliael ha sustituido esanecesidad nutritiva de niño prodigio que tienen las comunidades frustradas. El es el ideal de hijoque crece sin crecer, que en plena adultez conserva la capacidad de mimo de un infante mimoso.Además tiene voz y “tablas”. tiene sentimiento trágico en las cuerdas vocales y un no sé qué de espectador neutral del mundo y los hombres que arrebata. Y cuando mira al público mira con lainsolencia de un torero que ha hecho un faenón, para después volverse histriónP camente humíl¿e ysaludar como un mandarin bajito del ancien régime.Rapliael es el cantante abundante que necesitaba la España de la abundancia, la España que sesacaba los pechos del refajo y los dejaba caer sobre la balanza artistica de la Europa del consumo.El abundante Raphael es una sintesis de zarzuela y teenager que supera en mucho aquella síntesispretérita de zarzuela y Erro] Flynn que fue Luis Mariano. Además Raphael no compromete a nadie, porque nadie acaba de tornarse en serio los problemas que canta. ¿Alguien puede imaginarse a Rapbael enamorado? ¿Enamorado hasta el punto de decir...Nada soy sin Laura, solo estoy sin su amor.Nada soy sin Laura. Sin Laura, sin Laura, sin Laura, sin Laura.

Raphael se enamora por usted y por mi, ycumple con susdeberes de niño navideño por usted y por mi.El camino que lleva a Belén baja hasta el valle que la nieve cubrió. Los pastorcillos quieren ver a su rey, letraen regalos en su humilde zurron al Redentor al Redentor.Es uno de los cantantes-mitos que más convocatoria ha tenido en toda la historia de la subcultura española, yel chico tiene su filosofia de la vida.
¿Qué
nos importa la gente que sólo ve tierra y no ve más que tierra?¿Qué ha de importarle esa gente a ras de suelo a un cantanteque vive tan atormentados amores en la noche de raso del olimpo abrillantinado del hit parade español? Encierta ocasión lepreguntaron por qué no gustaban sus canciones a los intelectuales, y el chico coincidió en el túnel del tiempocon Gocring, al decir: Yo no canto para los intelectuales.208
En el supermarket de la cultura de consumo, Raphael, es indudable, no abastece a determinadossectores de público. Nuestra sociedad ya ha crecido lo suficiente como para tener caprichosasnecesidades sentimentales y sus correspondientes satisfacciones. Manolo Escobar. Raphael... Sí,pero hacía falta “otra cosa"... esa expresión que entre nosotros es imposible decir sin torcer el gestobuscando con los ojos el símbolo aparecido del absoluto o del infinito.Y alli estaba, en ese absoluto más cualitativo, en ese horizonte más selecto, en el postraphaelismo...Joan Manuel Serrat. El chico tenla su protesta bajo el brazo. Protesta contra el sometimiento de lacultura catalana (lo mejor que canta lo canta en catalán) y su protesta biológica de rigor.Ara que tinc vint anys, que no tinc l'a'nima morta i sento bullir la sang...(”Ahora que tengo veinte años, que no tengo el alma muerta y siento cómo me hierve la sangre...”)Y, de hecho, Serrat se convirtió en un abrir y cerrar de ojos en el cantante-autor de consumo másimportante del pais. Sabia dialogar con la cotidianeidad y arrancarle un lenguaje común,, atono con la sentimentalidad de la gente más normal y corriente. Definitivamente abandonaba laprotesta en manos de Raimon y se dedicaba a algo que le pertenecia más propiamente. Marcar lasdistancias en el código moral establecido: acostarse con teenagers en canciones muy sentirnentales,reivindicar para el hitparade un Machado vencedor de su propia muerte... Pero Serrat se mueve más

a sus anchas contando cosas, como podria hacerlo la canción francesa menos dramática. Serrat, sutemática, su lenguaje, sorprende en un ambiente de superestructura eminentemente regresiva, represiva. Si de las canciones de Serrat se desprende que el chico se acuesta consus amantes, se tambalea, aunque sólo sea un poco, el pasodoble filosófico nacional.Y a pesar de todo se le consiente, se le integra (¡qué cruel palabra!), porque ha adquirido un carismaespecial que quita dureza a sus inconfesables prácticas vitales. En el seno de una convivencia mástranquila, nadie le reprocharla a Serrat ser Guy Beart y gustar por un igual a Aragon y a Pompídou.Pero aquí esto es imposible. Serrat ha dado un prematuro rostro a una normalidad convivencial queno existe. De hecho es un heredero del cansancio por una convivencia en tensión, que de unamanera u otra ha afectado a toda la inteligencia del país.Pero no. No existe el postrapliaelismo, y por los siglos de los siglos necesitaremos salvoconductospara vivir y morir, y vivire. mos y morirenos en plena urgencia, en plena huida, sin acabar decreernos el sorbo de agua fresca, la sonrisa o el temple de la cordialidad como mecánica delcomportamiento. Como decía un epigrama anónimo, cuando a un ajusticiado español, después decortarle la cabeza, se le pregunta: ¿Qué opina usted de lo sucedido? Con toda la razón el ajusticiadoy usted y yo contestaremos: No sé. Pero me parece que aquí hay mucho maricón.ELOGIO SENTIMENTAL DE LA “GO-GO GIRL”No es extraño que, a punto de inaugurarse la era del American Way, etc., los adultos de entoncesintrodujeran por primeravez en España un asomo de la cultura de la nostalgia. La cumbre
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de
aquel síntoma fue El último cuplé; su rostro y su voz: Sara Montiel. La comercialización del recuerdotuvo entonces tanta importancia como ahora empieza a tener la íntelectualización del recuerdo. Pero eranotras las voces dirigentes, y recordar la juventud era recordar los años veinte, treinta. Un poeta excelente ycivil de la España actual, Angel González, describió los sintomas en su poema Penúltima nostalgia:Mas la moda es versátil y ligera, y sobre las cenizas del charlestán y el banío edificó nuevas algarabías. Yvolvieron los “blues”, y las síncopas llenaron la inquietud y carcajadas el azaroso amanecer., mientras losbarrenderos del alba, los enterradores de sombras, arrastraban con sus escobas húmedas hacía las gríetas pordonde huyó la noche, serpentinas, tarjetas ilegibles, vidrio, papel de estaño, fragmentos de diariosvespertinos, algodón sucio y ligas de mujer.Zambullirse en la nostalgia del cuplé del Colón, 37, donde tiene usted su dirección, y un chica muy decente,sin ninguna pretensión, o en la pervertida sentimentalidad del gitanillo, gitanillo, no me mates gitanillo, quémala entraña ties pa mi, cómo pues ser así... zambullirse en ese lago umbrio traducía un poco la angustia poraquella hora presente. Como ahora recordar, poner en orden las voces y los ecos de nuestra educaciónsentimental pueda ser la búsqueda de un punto de referencia para poder empezar a comprender el por qué nocomprendemos nada o casi nada de la espléndida confusión que nos envuelve.

a sus anchas contando cosas, como podria hacerlo la canción francesa menos dramática. Serrat, sutemática, su lenguaje, sorprende en un ambiente de superestructura eminente-209

mente regresiva, represiva. Si de las canciones de Serrat se desprende que el chico se acuesta consus amantes, se tambalea, aunque sólo sea un poco, el pasodoble filosófico nacional.Y a pesar de todo se le consiente, se le integra (¡qué cruel palabra!), porque ha adquirido un carismaespecial que quita dureza a sus inconfesables prácticas vitales. En el seno de una convivencia mástranquila, nadie le reprocharla a Serrat ser Guy Beart y gustar por un igual a Aragon y a Pompídou.Pero aquí esto es imposible. Serrat ha dado un prematuro rostro a una normalidad convivencial queno existe. De hecho es un heredero del cansancio por una convivencia en tensión, que de unamanera u otra ha afectado a toda la inteligencia del país.Pero no. No existe el postrapliaelismo, y por los siglos de los siglos necesitaremos salvoconductospara vivir y morir, y vivire. mos y morirenos en plena urgencia, en plena huida, sin acabar decreernos el sorbo de agua fresca, la sonrisa o el temple de la cordialidad como mecánica delcomportamiento. Como decía un epigrama anónimo, cuando a un ajusticiado español, después decortarle la cabeza, se le pregunta: ¿Qué opina usted de lo sucedido? Con toda la razón el ajusticiadoy usted y yo contestaremos: No sé. Pero me parece que aquí hay mucho maricón.

Manuel Vázquez Montalbán
Crónica sentimental de España

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