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martes, 10 de mayo de 2011

El señorío de las Amazonas



Han de saber que ellos son sujetos y tributarios de las Amazonas, y sabida nuestra venida, les van a pedir socorro y vinieron hasta diez o doce, que éstas vimos nosotros, que andaban peleando delante de todos los indios como capitanas, y peleaban ellas tan animosamente que los indios no osaban volver las espaldas, y al que las volvía delante de nosotros le mataban a palos, y esta es la cabsa por donde los indios se defendían tanto. Estas mujeres son muy blancas y altas, y tienen muy largo el cabello y entrenzado y revuelto a la cabeza, y son muy membrudas y andan desnudas en cueros tapadas sus vergüenzas, con sus arcos y flechas en las manos, haciendo tanta guerra como diez indios; y en verdad que hubo mujer de éstas que metió un palmo de flecha por uno de los bergantines, y otras que menos, que parecían nuestros bergantines puerco espín.

Tornando nuestro propósito y pelea, fue Nuestro Señor servido de dar fuerza y ánimo a nuestros compañeros, que mataron siete u ocho, que éstas vimos, de las Amazonas, a cabsa de lo cual los indios desmayaron y fueron vencidos y desbaratados con harto daño de sus personas; y porque venía de los otros pueblos mucha gente de socorro y se habían de revolver, porque ya se tornaban [a] apellidar, mandó el Capitán que a muy gran priesa se embarcase la gente, porque no quería poner a risco la vida de todos, y así se embarcaron no sin zozobra, porque ya los indios empezaban a pelear, y más que por el agua venía mucha flota de canoas, y así nos hicimos a lo largo del río y dejamos la tierra (...)

El Capitán le preguntó qué mujeres eran aquellas [que] habían venido a les ayudar y darnos guerra: el indio dijo que eran unas mujeres que residían la tierra adentro siete48 jornadas de la costa, y que por ser este señor Couynco sujeto a ellas habían venido a guardar la costa. El Capitán le preguntó si estas mujeres eran casadas: el indio dijo que no. El Capitán le preguntó que de qué manera viven: el indio respondió que, como dicho tiene, estaban la tierra adentro, y que él había estado muchas veces allá y había visto su trato y vivienda, que como su vasallo iba a llevar el tributo cuando el señor lo enviaba.

El Capitán preguntó si estas mujeres eran muchas: el indio dijo que sí, y que él sabía por nombre setenta pueblos, y los contó delante de los que allí estábamos, y que en algunos había estado. El Capitán le dijo que si estos pueblos eran de paja: el indio dijo que no, sino de piedra y con sus puertas, y que de un pueblo a otro iban caminos cercados de una parte y de otra y a trechos por ellos puestos guardas porque no pueda entrar nadie sin que pague derechos49. El Capitán le preguntó si estas mujeres parían: el indio dijo que sí. El Capitán le dijo que cómo no siendo casadas, ni residía hombre en ellas, se empreñaban: él dijo que estas indias participan con indios en tiempos, y cuando les viene aquella gana juntan mucha copia de gente de guerra y van a dar guerra a un muy gran señor que reside y tiene su tierra junto a la destas mujeres, y por fuerza los traen a sus tierras y tienen consigo aquel tiempo que se les antoja, y después que se hallan preñadas los tornan a enviar a su tierra sin les hacer otro mal; y después, cuando viene el tiempo en que han de parir, que si paren hijo le matan y le envían a sus padres, y si hija, la crían con muy gran solemnidad y la imponen en las cosas de la guerra.

Dijo más, que entre todas estas mujeres hay una señora que subjeta y tiene todas las demás debajo de su mano y jurisdicción, la cual señora se llama Coñori. Dijo que hay muy grandísima riqueza de oro y plata, y que todas las señoras principales y de manera no es otro su servicio sino oro o plata, y las demás mujeres plebeyas se sirven en vasijas de palo, excepto lo que llega al fuego, que es barro. Dijo que en la cabecera y principal ciudad en donde reside la señora hay cinco casas muy grandes que son adoratorios y casas dedicadas al sol, las cuales ellas llaman Caranain, y en estas casas por de dentro están del suelo hasta medio estado en alto planchadas de gruesos techos aforrados de pinturas de diversos colores, y que en estas casas tienen muchos ídolos de oro y de plata en figura de mujeres, y mucha cantería de oro y de plata para el servicio del sol; y andan vestidas de ropa de lana muy fina, porque en esta tierra hay muchas ovejas de las del Perú: su traje es unas mantas ceñidas desde los pechos hasta abajo, encima echadas, y otras como manto abrochadas por delante con unos cordones; traen el cabello tendido en su tierra y puestas en la cabeza unas coronas de oro tan anchas como dos dedos y aquellos sus colores.

Dijo más, que en esta tierra, según entendimientos, hay camellos que los cargan y dicque hay otros animales, los cuales no supimos entender, que son del tamaño de un caballo y que tienen el pelo de un jeme y la pata hendida, y que los tienen atados, y que destos hay pocos. Dice que hay en esta tierra dos lagunas de agua salada, de que ellas hacen sal. Dice que tienen una orden que en poniéndose el sol no ha de quedar indio macho en todas estas ciudades que no salga afuera y se vaya a sus tierras: mas dice, que muchas provincias de indios a ellas comarcanas les tienen ellas subjetos y les hacen tributar y que les sirvan, y otras hay con quien tienen guerra, y especial con la que ya dijimos, y los traen para tener que hacer con ellos: éstos dicen que son muy grandes de cuerpo y blancos y mucha gente, y que todo lo que aquí dicho ha visto por muchas veces, como hombre que iba y venía cada día; y todo lo que este indio dijo y más nos habían dicho a nosotros a seis leguas de Quito, porque de estas mujeres había allí muy gran noticia, y por las ver vienen muchos indios el río abajo mil y cuatrocientas leguas; y así nos decían arriba los indios que el que hubiese de bajar a la tierra de estas mujeres había de ir muchacho y volver viejo. La tierra dice que es fría y que hay muy poca leña, y muy abundosa en todas comidas; también dice otras muchas cosas, y que cada día va descubriendo más, porque es un indio de mucha razón y muy entendido, y así lo son todos los demás [de aquella] tierra, según lo habemos dicho.

Desta manera íbamos caminando buscando un apacible asiento para festejar y regocijar la fiesta del bienaventurado San Juan Bautista, precursor de Cristo, y quiso Dios que en doblando una punta que el río hacía, vimos en la costa adelante muchos y muy grandes pueblos que estaban blanqueando. Aquí dimos de golpe en la buena tierra y señorío de las Amazonas.

Estos pueblos ya dichos estaban avisados y sabían de nuestra ida, de cuya cabsa nos salieron a recibir al camino por el agua, con buena intención, y como llegaron cerca del Capitán, quisiera traerlos de paz, y así los comenzó a hablar y llamar; pero ellos se rieron y hacían burla de nosotros e se nos acercaban y decían que anduviésemos y que allí abajo nos aguardaban, y que allí nos habían de tomar a todos y llevar a las Amazonas.

El Capitán, enojado de la soberbia de los indios, mandó que les tirasen con las ballestas y arcabuces, por que pensasen y supiesen que teníamos con qué los ofender; y así, se les hizo daño y dan la vuelta hacia el pueblo a dar la nueva de lo que habían visto: nosotros no dejamos de caminar y acercar a los pueblos; y antes que allegásemos con más de media legua, había por la lengua del agua a trechos muchos escuadrones de indios, y como nosotros íbamos andando, ellos se iban juntando y acercando a sus poblaciones...

Gaspar de Carvajal

lunes, 9 de mayo de 2011

Repúblicas Amazonas



“De las mujeres que en las indias viven en repúblicas e son señoras sobre sí, a imitación de las Amazonas; e pónense aquí dos depósitos hasta que en la segunda parte de la General Historia lleguemos a los proprios lugares e provincias donde tales mujeres habitan, e allí se diga más copiosamente lo que en esto hay que escrebir.

Plinos e Escolopytho fueron desterrados de su patria; los cuales, llevando consigo gran moltitud de mancebos, se pasaron a Capadocia, a par del río Termodonte, e tomaron los campos Temiscirios, e allí acostumbraron a robar a los vecinos; mas, después, los pueblos los mataron. Las mujeres, viéndose desterradas e viudas, tomaron armas, e primero defendiendo su tierra e haciendo guerra, osaron, por maravilloso ejemplo de todos los tiempos, hacer su república sin maridos; desechando los vecinos, por no se casar, porque no sería llamado matrimonio, sino servitud, e así se regían, despreciándose de tener marido. E a tal que no paresciese que la una tenía ventaja a la otra, mataron a aquellos que habían quedado en casa, e hicieron venganza de los muertos maridos con la muerte de los vivos. Después, por fuerza habida la paz, a tal que no faltase su generación, comenzaron a lujuriar con los vecinos, e si nascían algunos hijos varones, matábanlos, e las hembras ejercitaban en sus costumbres, no teniéndolas en ocio ni en el arte de la lana ocupadas, sino en armas e en caballos e caza; e cuando eran pequeñas, quemábanles la teta derecha, a tal que no les diese estorbo al tirar con el arco, por lo cual las llamaron amazonas. Estas hobieron dos reinas, Marpesia e Lampedo, etc. Este fué el origen de las que amazonas se llamaron (segund más largamente lo escribe Justino en la Abreviación de Trogo Pornpeyo), e llegó su estado a ser muy grande.

Otra cosa me maravilla más que lo que es dicho, porque esas amazonas conservaban e aumentaban su república con haber ayuntamiento con hombres en ciertos tiempos; pero, república de hombres sin haber ayuntamiento con mujeres, e vivir castamente, e turar e ser siempre mayor su pueblo, esto es de mucha más admiración; y sabido el caso es muy posible, segund Plinio lo escribe, el cual dice, hablando del lago Apháltide, desta manera: "En la ribera del Poniente está la gente de los esenios, los cuales huyeron en todo de los malos. Es gente en todo el mundo maravillosa; viven sin mujeres e sin alguna libídine, sin pecunia. No vienen a menos, porque de tiempo en tiempo van a vivir con aquestos aquellos que, cansados por la adversa fortuna, siguen las costumbres de aquéllos; por lo cual ha muchos siglos que tura aquella gente, entre la cual ninguno nasce. ¡Tanto les es fértil a ellos el tedio o enojo de la vida de los otros!" Todo es del auctor alegado.

Al propósito de lo que está dicho en ambas particularidades, diré, cuanto a los depósitos que ofrescí de suso, dos notables memorias de mujeres. Y es la primera, que, andando el gobernador Jerónimo Dortal en la Tierra Firme, hallaron él e los españoles, en muchas partes, pueblos donde las mujeres son reinas o cacicas e señoras absolutas, e mandan e gobiernan, e no sus maridos, aunque los tengan; y en especial una, llamada Orocomay, que la obedescen más de treinta leguas en torno de su pueblo, e fué muy amiga de los cristianos. E no se servía sino de mujeres, y en su pueblo e conversación no vivían hombres, salvo los que ella mandaba llamar para mandarles alguna cosa o enviarlos a la guerra, como más largamente se dirá en el libro XXIV, capítulo X.

Cuando el capitán Nuño de Guzmán e su gente conquistaban la Nueva Galicia, tovieron nueva de una población de mujeres, e luego nuestros españoles las comenzaron a llamar amazonas. Anticipóse un capitán, llamado Cristóbal de Oñate, a suplicar al capitán Nuño de Guzmán, su general, que le hiciese merced de aquella empresa e pacificación de aquellas amazonas; e el general se lo concedió, e fué con su capitanía en busca dellas, e en un pueblo en el camino fué muy mal herido e otros españoles descalabrados de ciertos indios que les salieron al encuentro, a causa de lo cual, este capitán y los que con él iban no pasaron adelante. E llegado allí él general, pidióle la empresa el maestre de campo, llamado el capitán Gonzalo López, para ir al pueblo de las mujeres, e otorgóselo. E quiso después el mismo general ver estas mujeres, e llegados allá sin resistencia, entraron, con su grado, en el pueblo do viven, llamado de Ciguatán (llámanle así porque en aquella lengua desa provincia quiere decir Ciguatán pueblo de mujeres), e a los españoles diéronles muy bien de comer e todo lo nescesario de lo que tenían. Aquella república es de mill casas e muy bien ordenada; e súpose, dellas mismas, que los mancebos de la comarca vienen a su cibdad cuatro meses del año a dormir con ellas, e aquel tiempo se casan con ellos de prestado e no por más tiempo, sin ocuparse en más de las servir e contentar en lo que ellas les mandan que hagan de día en el pueblo o en el campo; e las noches, dánles sus proprias personas e camas; en el cual tiempo cultivan e siembran la tierra de maizales y legumbres, e lo cogen e lo ponen en las casas donde han seído hospedados. E complido el tiempo que es dicho, ellos todos se van e vuelven a sus tierras donde son naturales. Y si quedan esas mujeres preñadas, después que han parido envían los hijos a sus padres, para que los críen o hagan dellos lo que quisieren; e si paren hijas, retiénenlas consigo, e criánlas para aumentación de su república. Tienen turquesas e esmeraldas en cantidad e muy buenas. Pero el proprio nombre no es Ciguatán de aquella cibdad, como de suso se dijo, sino Ciguatlam, que quiere decir pueblo de mujeres. De las otras sus particularidades se dirá más por extenso en el libro XXXIV, capítulo VIII.

Yo me quise después, en España, informar del mismo Nuño de Guzmán, cerca desto destas mujeres, porque es buen caballero y se le debe dar crédito; e me dijo que es burla, e que no son amazonas, aunque algunas cosas se decían déstas sobre sí; e que él pasó adelante e tornó por allí, e las halló casadas, e que lo tienen por vanidad. Digo yo que ya podría ser que, pues las halló casadas, fuese en el tiempo desos sus allegamientos; pero dejemos eso; e pasemos adelante...


(Fernández de Oviedo)