jueves, 28 de enero de 2010

Verín, 1602


Verín, 1602

Sólo a inquisidores como Pedro de Gamarra pudiera ocurrírseles, por ambición desmedida, que se tomaría en todo caso por excesivo celo religioso, procesar a locos o imbéciles como Bartolomé de Castro, pero el cual poseía, como casi todas las víctimas del Santo Oficio, algo “que confiscar” y que convenía a los delatantes o a sus instigadores.

Era Castro, vecino de Verín, y en esta villa fue denunciado “de oidas”, de que “había puesto una ristra y cabo de cebollas al cuello de un santo de piedra que estaba en un camino y que le había dicho:
- Santo, camina con esas cebollas.
Y como no hubiese visto caminar al santo le había tirado de pedradas”.
¡Bien juzgada está la Santa Inquisición con semejantes informes y bien juzgada la cultura de una monarquía que, por desdicha, mantenía sobre los pueblos aniquilados tales tribunales de justicia!
“No pudo comprobarse el hecho”, dice la información de Pedro de Gamarra.

Bernardo Barreiro

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