domingo, 5 de junio de 2011

Auto de la mujer barbuda








Esta mujer barbuda era la única hija del cuarto herrero del rey Donteach de Irlanda, y se llamaba Scianabhan, que se traduce por «la joya de las mujeres». Y no bien fue bautizada, barbeó. Barbeó espeso y seguido, de la parte izquierda del rostro sedoso pelo verde, y de la parte de la derecha, crespo pelo rojo. Y era muy admirada, y la casa del herrero visitada por los reyes cuando iban a Tara a juntas, y por multitud de gentes de toda condición, que no se cansaban de alabar a la barbuda, la cual crecía muy gentil y donairosa, y era cortés y sonreía a todos, y aprendió a tocar el arpa y era maestra en el arte del bordado. Pero la barba le vedaba el amor. No había en toda Irlanda príncipe, guerrero, mendigo, labriego ni remador que osase enamorarla ni pedirla en matrimonio aun reconociendo sus altas prendas, la gentileza de su cuerpo, la dulzura de su mirar y de su voz, y la hermosura de sus manos, y las riquezas que llevaría de dote, y todo por la barba. Y ya se ponía Scianabhan en los veintinueve años cumplidos para San David, y comenzaba a entristecer. Y de librarse de la barba ni había que hablar, que cuanto más la afeitaba más fácilmente le medraba, y en unas horas le poblaba otra vez el rostro que acababa de rasurar con piedra pómez. Ya no cantaba Scianabhan acompañándose con el arpa, que lloraban ella y el arpa a la vez.

Pero llegó amor. Aconteció que pasó por delante de la casa del cuarto herrero un mozo que se llamaba Achy -es decir, Nuca Roja-, y vio a la barbuda en la ventana, bordando un chaleco de lana para un ruiseñor amigo que tenía, y que ya iba viejo, el vespertino cantor del bosque, y lo enfermaban los inviernos. Contestó la barbuda muy dulce al alegre saludo del mozo, quien, sin pensarlo más, entró en la fragua, y preguntó a un criado que allí estaba tirando del fuelle, si aquélla era la famosa hija del cuarto herrero, y si seguía soltera. De sí dijo Achy que tenía una yegua paridera en un prado vecino a Dublín que llaman Bregia, y dos calendas en un molino en el Connaught, y que su oficio era botonero, y allí mismo, delante del cuarto herrero y de su hija, hizo de un cuerno de buey una botonadura completa de gabán, imitando los botones tréboles de cuatro hojas. El cuarto herrero y su hija encontraron al mozo muy de su gusto, y lo aposentaron en la herrería, que dijo que quería imponerse del carácter de aquella prenda antes de pasar a matrimonio.

Toda Irlanda comentó los amores que le salían a la barbuda, y el botonero cada día estaba más contento de haber encontrado aquella joya, y ya hablaba de casarse para San Martín en Cork. Pasó camino de Tara, adonde iba a oír un concierto de arpa, el rey Chiuas Haistig, o sea, Oreja Chata, que era uno de los más notorios entre los doscientos cuarenta y siete reyes que había por entonces en Irlanda, y quiso saludar a los novios, y saliendo al campo tras el almuerzo, a solas con el mozo botonero, le preguntó cómo se había enamorado de la barbuda y si aquellos coloreados pelos no eran impedimento de amor. Y el mozo botonero contestó:

-Me enamoré, señor rey, al verla en la ventana bordando, y me pareció que tenía el hermoso rostro, apoyando la mejilla izquierda en él, descansando en un trozo de verde prado que volase en la mañana por el aire, y al volverse hacia mí, para responder a mi saludo, vi que del lado derecho se había ruborizado.

-Entonces -insistió el rey-, ¿no viste que aquello era barba de dos colores?

-No me dio tiempo amor para ver tanto, cuantimás que todo se me era mirar cómo venía su dulce voz a buscarme por el aire.

El rey Chiuas Haistig, que era hijo de una bruja del mismo nombre, fue aquella misma noche a ver a su madre, y le contó su conversación con el botonero enamorado, y le preguntó si no habría remedio para la gran barba de la hija del cuarto herrero. Lo había, y era plantar un guisante de olor envuelto en una onza de tierra de bosque en la espesura de la barba, y conforme fuese creciendo el guisante iría alimentándose de pelo, tal que en llegando a florecer, la barba estaría borrada del rostro de la lozana barbuda. Oreja Chata le mandó la noticia con un guisante de olor al botonero, deseándole eterno amor, felices bodas y abundante prole.

Pero aconteció que la medicina sólo surtía efecto si estaba la moza que la usaba en su virginidad, que de andar alzándose en el sexto, sería remedio tan contrario que todo el cuerpo se le cubriría de vello. No bien comenzó a arraigar el guisante, comenzó a vestirse de pelo todo el cuerpo de la moza y era pelo tocudo, semejante al que embraga en el vacuno del monte, y sudoroso. Y el botonero se asustó de tanta fealdad, y huyó a Francia, buscando emplearse en Aquisgrán, en el guardarropa de los Doce Pares. Scianabhan quedaba preñada de cinco meses y días, y por no delatarse ante toda Irlanda, que estaba pendiente de sus amores, pasó de oculto a Gran Bretaña con una nodriza, y en la selva de Dartmoor parió un niño, al que le fue puesto de nombre Merlín cuando recibió bautismo. Reinaba en ambas Bretañas Galaín el Perezoso, abuelo del rey perpetuo Arturo.


Alvaro Cunqueiro
Merlín y familia

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